Y de pronto sintió muy livianos los hombros y rumbo al cielo se cayó.
Él le llamó plenitud a esa risa a carcajadas y desde ahí la virtud de vivir libre o nada. Creció como un alud , eligió ver la luz.
Él le llamó aceptación a ese llanto sin consuelo y desde ahí transformo la rigidez del miedo cruel y paralizador en impulso motor.